Si 2021 fue el año de las MemeCoins y las NFT, 2022 es sin duda el año de la Web3 y el Metaverso. El mes pasado, mi colega Sean Kehoe explicó qué es exactamente el metaverso y pintó un cuadro brillante de cómo el sector de la investigación de mercados puede aprovechar esta nueva frontera para mejorar las experiencias tanto de los clientes como de los participantes.
De hecho, el artículo de Sean fue tan inspirador que me pareció necesario desglosar los orígenes de la Web 3.0, sus casos de uso actuales y sus aspiraciones a largo plazo. Pero antes es importante entender cómo ha evolucionado Internet a lo largo del tiempo.
Como recordará, la Internet de los años 80 era muy distinta de la actual. El Internet de los 80 era la era de la Web 1.0. Esta era era sinónimo de páginas de aterrizaje estáticas que se centraban en la información y la simplicidad. En esencia, se trataba de una gigantesca página de Wikipedia con hipervínculos. Como resultado, los usuarios de esta versión de Internet no eran más que consumidores de piezas aleatorias de información.
Sin embargo, a medida que aumentaban el ancho de banda y la potencia de cálculo de Internet, se hizo evidente que la Web 1.0 no aprovechaba todo el potencial de la Red. Así nació la Web 2.0... o Internet tal y como la conocemos hoy. Con la Web 2.0, los usuarios dejaron de ser meros consumidores para convertirse en auténticos creadores de contenidos.
Además, la Web 2.0 dio origen a las grandes empresas tecnológicas y a la publicidad dirigida. Esto sucedió porque empresas como Google, Facebook y Twitter crearon sitios web de uso gratuito en los que los usuarios podían crear, compartir e interactuar con contenidos de todo el mundo. La única contrapartida, por supuesto, era que, a cambio de una funcionalidad ilimitada, estos sitios web recopilaban datos de los usuarios para luego venderlos a los anunciantes (que es lo que les permitía mantener sus sitios web gratuitos).
Por desgracia, al igual que Ícaro, estas empresas volaron demasiado cerca del sol y fueron sorprendidas haciendo caso omiso de las mejores prácticas acordadas para la recopilación de datos y la seguridad de los mismos (¡hola, Cambridge Analytica!). Esta constatación y la consiguiente reacción es exactamente la razón por la que probablemente haya oído hablar tanto de la Web 3.0 en los últimos meses.
Los desarrolladores de la Web 3.0 esperan que su trabajo sustituya algún día estas aplicaciones centralizadas que se han convertido en partes esenciales de nuestro día a día (todo, desde las cuentas de las redes sociales a los mercados en línea, e incluso las direcciones de correo electrónico) por aplicaciones descentralizadas que estén aseguradas mediante la tecnología blockchain.
Pero, ¿cómo será en realidad? Bueno, eso aún está por determinar. Pero en teoría, la Web 3.0 promete hacer de Internet un lugar más privado y autónomo.
Por ejemplo, en lugar de utilizar una dirección de correo electrónico y una contraseña para iniciar sesión en su cuenta de Facebook, que se almacena en uno de los gigantescos servidores de Facebook, iniciaría sesión en una versión descentralizada de Facebook utilizando un identificador digital único que no sólo es 100% seguro, sino también 100% anónimo.
Ahora, las empresas pueden seguir acudiendo a ti y preguntarte si pueden acceder a tus datos con fines publicitarios pero, por una vez, serás tú quien diga "Sí" o "No". O, tal vez, puedas optar por compartir con ellos sólo algunos datos (como tu sexo y edad) pero no todos (como tu orientación sexual o ubicación). Pero lo mejor de todo es que, si decides compartir tus datos con estos anunciantes, puedes cobrarles por ello.
Otra forma útil de distinguir entre la Web 2.0 y la Web 3.0 es mirar las cosas desde la perspectiva de la investigación de mercado. Piense en la Web 2.0 como un estudio de investigación en el que todos sus usuarios son participantes e Internet está lleno de un montón de tablones de anuncios en línea alojados en Recollective. Podemos apuntarnos a todos y cada uno de estos estudios. De hecho, ¡estos sitios web nos animan a ello! Sin embargo, las personas que moderan estos estudios en línea toman todas tus contribuciones a sus comunidades (tus publicaciones, tus "me gusta", tu actividad en general) y luego venden esa información a su cliente (por miles de millones de dólares).
La Web 3.0, por su parte, te permite inscribirte en estas mismas comunidades en línea alojadas en Recollective, pero te permite hacerlo de forma totalmente anónima. Así, todas y cada una de tus contribuciones al estudio de investigación son completamente privadas... a menos que decidas hacerlas públicas... en cuyo caso, tendrás derecho a un incentivo.
Pero, ¿aún no sabes con qué versión de Internet estás de acuerdo? Si es así, yo me preguntaría: ¿prefieres trabajar con una empresa de investigación que no paga a sus participantes o con una que sí lo hace?